Seguimos en racha con las pelis noventeras. Los distribuidores de Losing Isaiah por estos pagos, al cambiarle el título, le hicieron un favor desde el punto de vista temático. Es presumible que sintieran pánico comercial ante la suelta de un nombre de varón que poca gente hispánica atinaría a pronunciar bien (recordad el persistente «Apocalipsis» Now). En fin, entre el nuevo título español y las imágenes de cartelería el espectador puede fácilmente sospechar al menos el esqueleto del argumento y motivarse para conocer a Isaiah en función del asunto. Como curiosidad relacionada vale la pena añadir que la novela del mismo nombre y que inspiró el guión de la película, es obra del escritor norteamericano Seth Margolis, y fue traducida a su vez con un tercer título: La otra madre.
Losing Isaiah es una historia muy americana, y muy instructiva! Desde el principio nos sumerge en un escenario de hogares y barrios estancos desde el punto de vista racial, territorios de una sociedad donde una mezcla de religiosidad y racialismo lo pringa todo en esta vida, y donde un aspecto físico de las personas -el color de la piel- se erige en factor inapelable de definición identitaria. Un comunitarismo arraigado en un pasado de siglos de esclavitud y segregación marca estrechos límites al pluralismo democrático aún en un espacio totalmente urbano y postindustrial. Cada comunidad racial y/o étnica es teóricamente libre para desarrollarse y prosperar en vecindad de las demás, pero el individuo está marcado desde el nacimiento en su seno. Tanto que puede que no quepa concebir la fusión o integración en una civilidad universal, republicana, no necesariamente definida ni condicionada por lo ancestral.
«Los niños negros deben estar con madres negras.»
…proclama uno de los personajes en un momento crítico de la película. Y no es blanco. Por tanto a través de un pleito concreto lo que se plantea es la reivindicación de un racismo inverso, la aspiración a un status equiparable al de la comunidad WASP dominante pero en ningún caso a que las comunidades existentes se integren en una más amplia. Fronteras invisibles, rigidez y agobio que -como la historia se encargará de recordarnos- casan mal con las necesidades reales y tangibles del desarrollo de las personas.
Losing Isaiah sugiere también algunos otros aspectos: la adopción y la maternidad instrumentalizadas para paliar problemas sentimentales, y sin duda el rol del proceso adoptivo como factor de decantación de las personas en el seno de un colectivo familiar. Es una película de argumento muy interesante pero de ritmo flojo y con pinta de telefilm: no en vano su director Stephen Gyllenhaal ha desarrrollado gran parte de su carrera en series de televisión. Esa falta de garra es compensada por la buenísima actuación de Halle Berry.