En Madrid el Museo Nacional de Antropología -vulgarmente llamado «el Etnológico»- siempre proporciona una visita cómoda y estimulante para quien se acerque a conocerlo. Goza de una magnifíca ubicación frente a la estación de Atocha, cerca del mercadillo librero de Moyano, del Botánico, del Retiro y del itinerario MNCARS-CaixaForum-Thyssen-Prado. Además tiene una historia curiosa e inquietante, con personajes como su fundador el legendario doctor Velasco o el Gigante de Extremadura. Se ha podido comprobar cómo los actuales responsables del Museo han sabido aprovechar todas estas bazas para relanzarlo con todo tipo de actividades culturales sugerentes y atractivas.
Estos días acoge una interesante e instructiva exposición fotográfica que tal vez debería haberse titulado «Sur de Etiopía, signos de identidad» porque en ella no vamos a encontrar ceremonias litúrgicas ortodoxas, obeliscos, iconos o pinturas murales, es decir los clichés conocidos de la cultura abisinia norteña. Las imágenes están tomadas de individuos, costumbres y atavíos de grupos étnicos de la Región de las Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur, justamente la zona de procedencia del actual primer ministro etíope Haile Mariam Desalegne (aunque este no pertenece a ninguno de los grupos documentados en la muestra).
La visita puede ser breve pero no dejará de ser impactante. Es sabido que el incipiente turismo pintoresquista está teniendo efectos no siempre positivos para estas comunidades. Por otra parte algunas fotografías son testimonio de aspectos bárbaros de las propias culturas, que implican actos de cierta violencia -como la flagelación- y para colmo relacionados con las desigualdades de género. Por supuesto que se trata de asuntos espinosos también comunes en el mundo llamado desarrollado. Pero una vez en la exposición, sumergido el espectador ante imágenes de gran formato, directas y frontales de personas a menudo semidesnudas, resulta difícil sustraerse a cierta sensación incómoda de zoo humano.
Si juzgamos por la información gráfica disponible sobre la inauguración, no parece que esta contara con mucha afluencia etíope. Un síntoma más de la unidireccionalidad del discurso cultural tan frecuente en estas miradas europeas sobre países exóticos y pobres. Aún así, que no se interpreten estas reflexiones como desánimo a la visita. Todo lo contrario: la exposición merece muchísimo la pena. Para bien, mal o regular Ángel Gracia no es Leni Riefenstahl pero sus fotos son magníficas, y aquellas remotas comunidades merecen un vistazo que equilibre su situación en el imaginario colectivo frente a los tópicos abisinios. Toda la información oficial sobre la muestra: aquí.