Ébano, de Ryszard Kapuściński

2014/07/15

Ebano (cub. ABC)En realidad, el enigma más grande de la ciudad africana es éste: ¿de qué viven todas esas multitudes? ¿De qué y cómo? Es que estos hombres no se encontraron aquí porque se los necesitase sino porque la miseria los había expulsado de sus aldeas. La miseria, el hambre y la desesperanza de una vida semejante. Así que se trata de fugitivos en busca de salvación, de supervivencia: de refugiados maldecidos por el destino. cuando nos topamos con un grupo de personas que, por fin, han llegado a los límites de la ciudad tras abandonar unas tierras fustigadas por la sequía y el hambre, vemos en sus ojos una expresión de terror y de pánico. Y aquí, entre las chabolas y casuchas de barro, empezarán a buscar su Dorado. ¿Qué harán ahora? ¿Cómo actuarán?

(Del capítulo: El Doctor Doyle)

Otro buen libro para recomendar. Está compuesto por apartados o capítulos cortos, ricos en contenido pero abarcables de una sola sentada. El estilo: directo pero riguroso en el orden de las ideas y en la estructura gramatical. No obstante, la publicación presenta un defecto común a otras recopilaciones de textos periodísticos: los textos no aparecen datados a pesar de que es obvio que han sido escritos en momentos y coyunturas diferentes. Esto puede despistar al lector no avisado y disminuir su aprovechamiento.

Kapuściński vuelve a mostrarse a pleno rendimiento. Combina una sólida formación humanística con una experiencia dura y directa del medio físico y humano. No es en absoluto un corresponsal de salón ni un viajero dilettante. De hecho nos parece un autor más estrictamente social o sociocultural que político. Sus posibles licencias literarias o algunos errores sobre datos históricos o políticos concretos -que los tiene- quedan ampliamente compensados por una ambiciosa, profunda y eficaz perspectiva antropológica, que es a fin de cuentas lo más valioso del libro.

Para los interesados en el Cuerno de África conviene saber que al menos cuatro capítulos tratan directamente de Eritrea, Etiopía y Somalia. Pero aún en caso de un interés regional, es recomendable la lectura del libro completo por la gran enseñanza que se puede extraer de elementos paralelos o extrapolables de la experiencia de otros países.

Este título fue editado en español por Anagrama, y posteriormente por el diario ABC en una digna colección de kiosco. En la actualidad también se puede adquirir en formato electrónico


La reina de Saba, según el texto y la traducción de J.-C. Mardrus

2014/04/07

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Ella preguntó: «¿es cosa preciosa el poseer este bien?»

Ella dijo: «Es la única cosa en el mundo que sea algo.»

Ella preguntó: «¿Se lo puede sustituir por otra cosa?»

Ella dijo: «Si el Dios creador da, en lugar del amor, todo lo que posee, no da nada.»

Ella preguntó: «¿Pero el poder, la ambición, la gloria..?»

Ella respondió: «Sentimientos esclavos. Quien está dominado por ellos es el esclavo de los esclavos.»

(p. 38)

La «abisinia» Makeda (o árabe Balkis) es uno de los personajes emblemáticos de la historia y las leyendas de los países en torno al Mar Rojo. Dado que el planeta humano ha sido modelado en gran medida a partir de la tradición judeomonoteísta y que la Reina ocupa un lugar preferente en las antiguas escrituras de dicha tradición, Balkis/Makeda constituye un motivo de orgullo para esos países, en  particular para Etiopía a la que confiere protagonismo en la Historia mundial. La recopilación y adaptación de la versión árabe de dicha leyenda es presentado en este volumen por Joseph Charles Mardrus, erudito francoegipcio a caballo entre los siglos XIX y XX. Se trata de un relato fascinante que encandila al lector con su fantasía pero también le conecta con un mundo histórico antiguo bien real, con sus viajes, hábitos y cultos sorprendentes. Salomón viaja a Saba por aire, lo que hará las delicias de los marcianólogos, pero también sentimos el peso del comercio y de la geopolítica contantes y sonantes. La introducción al texto por Mardrus adquiere hoy día un nuevo atractivo a la luz de las corrientes historiográficas que en los últimos decenios han criticado el eurocentrismo y han reivindicado el papel del Oriente antiguo en el posterior desarrollo occidental: pensamos en André Gunder Frank, John M. Hobson o Edward Said. Mardrus efectivamente remarca el poso oriental de la floración cultural helenística. Pero, aunque cairota de nacimiento, su Reina es más Balkis que Makeda (o Magueda según su propia transliteración). Es más árabe (hoy día sería yemení tal vez) que abisinia. Porque cuando él se refiere a «Oriente» se refiere expresamente a Arabia o en términos más generales a Asia considerada como la fuente de la cultura por antonomasia. En este sentido, e independientemente de la realidad posible de la Reina a un lado o a otro del mar Rojo, o de la meritoria edición literaria que llevó a cabo, Mardrus se muestra a su vez arabocéntrico y vuelve a reflejar en cierto modo la reiterada alienación de la cultura egipcia moderna respecto a lo africano.

Este libro fue preciosamente publicado por la editorial José J. de Olañeta, ISBN  9788497163125. No se lo pierdan.


Las cumbres del Nilo, de Josep A. Pujante

2014/03/17

Las cumbres del Nilo (cub.) Entre los muchísimos libros que cuentan con la palabra Nilo en el título, tiene que haber de todo. Francamente resulta difícil evaluar el de Josep A. Pujante. Sus ascensiones y demás viajes son muy meritorios y se aprovecha mucha información del relato: cuestiones prácticas, peligros y riesgos, etc. Por otro lado el libro acierta a comunicar una carga emocional y testimonial muy sustanciosa. El autor, que en su condición de médico no es ajeno a aspectos humanitarios, tampoco es inmune a la cruda realidad social africana de la que hace interesantes observaciones. De hecho, una posible perspectiva de Las cumbres… es su inclusión dentro del conjunto de libros -asociarlos como género sería tal vez excesivo- escritos por médicos sobre escenarios africanos, como Hijos del ancho mundo, (novela de A. Verghese) o Una mirada etíope (de T. Martí Huguet). Desde el punto de vista temático, el de Pujante puede ser dividido en dos partes relacionadas: una primera centrada en la ascensión del Ruwenzori, y la segunda centrada en andanzas posteriores por Etiopía y Yibuti.

Esos buenos ingredientes, con ser mucho, no lo son todo a la hora de escribir. Las cumbres del Nilo comparte el defecto que ya hemos visto en algunos otros libros viajeros: la tendencia al refrito a la hora de introducir a los contextos históricos de los lugares o países que se visitan. Y eso sin una triste cita a pie de página ni lista bibliográfica. El «haber estado allí» no compensa la ignorancia de categorías básicas de la Historia. Así los castillos de Gondar -del XVII y clara influencia barroca indoportuguesa- son calificados machaconamente de «medievales». Y no es la única inexactitud. Se sitúa la «expansión del islam antes de la Edad Media» (p. 199), cronología incomprensible en nuestro contexto cultural (a no ser que el autor utilice una periodización a la irlandesa, o sea arrancando el Medievo con la conquista anglonormanda, cosa harto improbable para su perfil). Y solo algunas líneas más abajo se califica al legendario Menelik I nada menos que como ¡jenízaro! 

En otro orden de cosas, una curiosidad del libro es el discreto retorno mediático de Gil Lossada como personaje secundario. Un defecto no es achacable al autor sino a la publicación, y hubiera sido fácilmente subsanable con una buena revisión previa a la tirada definitiva: se trata de los errores de concordancia entre la secuencia de fotos numeradas -por cierto, interesantísimas- y su correspondiente lista de ilustraciones al final del volumen. Las cumbres… tiene altibajos de estilo. La escritura cae a  menudo en formulismos y algunos pasajes acusan el uso indiscriminado de adjetivos enfáticos superfluos. Es una pena que experiencias humanas tan valiosas desemboquen en un clímax de pedantería como el la descripción del episodio en la embajada española en Addis (p. 240 y ss.). Descuide, sr. Pujante, va a ser difícil olvidarse de su «vasta cultura» y de su pasaporte diplomático.

Las cumbres del Nilo, de Josep A. Pujante, está publicado por RBA / National Geographic en Barcelona, 2013.


Los años del Nilo, de Víctor M. Fernández

2014/01/08

ImagenA lo largo de todos estos años he podido comprobar cómo, a pesar de su persistente pobreza, África va entrando inevitablemente en la modernidad y los adelantos tecnológicos se extienden hasta las más remotas aldeas. Al principio estábamos aislados casi completamente del mundo exterior, en aquella aldea nubia donde las cartas de España llegaban con veinte o treinta días de retraso y el teléfono no funcionaba, mientras que hoy usamos móviles que conectan bastante bien en las ciudades y a lo largo de las carreteras principales etíopes. (p. 19)

Qué libro más estupendo. Reúne un contenido riguroso y una redacción clara y agradable. Legible por una inmensa mayoría pero con poso culto de calidad, lejos de toda superchería y pretenciosidad. Se nota que VMF es sin duda una persona serena y con una enorme preparación técnica y experiencia a sus espaldas.

Se puede decir que de él se aprende de todo: Historia de los países del Nilo a raudales; entresijos del mundo profesional de la arqueología y la Historia, las relaciones entre sus diferentes especialidades y perspectivas; también mucha información «de viaje» extraordinariamente útil (política, administrativa, picaresca, etc.). En fin, una lectura muy recomendable que además abre la puerta a muchas otras pues incorpora comentarios sobre otros libros y autores a lo largo del propio texto, más una bibliografía sintética al final de la obra, de quitar el hipo: da la impresión de que a la exhaustividad cultural sistemática de Víctor no se le escapó nada. En realidad el libro sigue haciendo lo que la labor de su autor ha ido forjando a lo largo de esos años del Nilo: tender y fortalecer puentes humanos y culturales entre el ámbito hispánico y África nororiental. De verdad qué buen libro, no se lo pierdan con su montón de fotos y sus pistas para disfrutar la música de aquellos países fascinantes.

FERNÁNDEZ, Víctor M.: Los años del Nilo, un apasionante viaje por la arqueología y memoria de Sudán y Etiopía.

Alianza Editorial, ISBN 9788420653068


El testamento del chacal: viaje por Yibuti, de Ander Izagirre

2013/07/29

Imagen«La historia colonial comenzó en el siglo XIX, cuando las potencias europeas alargaron sus tentáculos hacia el interior de África. En el sur del mar Rojo, los ingleses, los franceses y los italianos tanteaban nuevas vías para entrar al corazón del continente. El 4 de junio de 1839, Rochet d’Héricourt, emisario del rey francés Luis Felipe, llegó a Tadjoura. Aquella aldea costera de trescientas chozas sólo era una etapa para Héricourt, quien prosiguió viaje hacia el altiplano abisinio para visitar al Sahlé Selassié, rey de Choa.» (págs. 41-42)

Barcelona : Laertes, 2003.

Todavía me parece mentira haber podido topar con un libro tan interesante como este en los saldos de una gran superficie, por un precio más que irrisorio. Será aquello del «mercado», la obsolescencia planificada, el coste mayor del almacenaje frente al del casi regalo. Seguro que Ander querrá vender también otros libros posteriores suyos, pero no creo que vaya por ahí el asunto en este caso.

El testamento del chacal salió a la calle hace diez años, la experiencia relatada es de 2001 (¡menudo añito!), pero el interés y el contenido no han decaído. Mucha información, poco o ningún gazapo (alguna transliteración mejorable), y una redacción sencilla que cautiva y envuelve. Ya quisiera algún que otro figurón de los viajes…  En fin, una lectura estupenda para acercarse a este pequeño país, llave del Cuerno de África, aún hoy.


Hugo Pratt: El deseo de ser inútil

2013/04/18

El deseo de ser inútil (cub.)Mire usted, en cada tipo de cultura se encuentran cosas apasionantes, y también cosas sin ningún interés. Lo que hay que hacer es apropiarse de lo que nos parezca más pertinente en cada universo cultural, sin dejarse encerrar en uno sólo. Hay que ir siempre a lo fundamental. El resto son meras repeticiones, y por lo tanto una pérdida de tiempo. Nunca ha sido un problema para mí el que en mi cabeza coexistan diferentes culturas. Los rigurosos estudios de Parkman sobre la historia de América del Norte no me privan de leer las novelas de aventuras de Kenneth Roberts, y viceversa. Y mis cientos de libros sobre este tema no me han hecho olvidar a Petrarca. Sólo puedo concebir una vida intelectual así, en plena libertad. (p. 207)

En fin, seguimos hablando de libros de manera crítica, que es bien provechoso: leer por leer puede ser una tontería, como sugiere la cita. En esta ocasión y gracias a la editorial almeriense Confluencias, podemos acceder a este estupendo volumen-entrevista con Hugo Pratt. Desde luego el personaje y el libro -soberbiamente estructurado y gobernado por Dominique Petitfaux-  tienen todas las papeletas para apasionar a quien esto escribe: Pratt reunió en su vida y personalidad un catálogo de ingredientes y factores sociológicos, geográficos, efluvios de malditismo e incorreccción política, para que así sea. Hablando en plata, si de nosotros dependiera, de este libro debería dar cuenta cabal todo estudiante de Historia contemporánea antes de obtener su título.

En otras ocasiones ya se comentaron aquí trabajos de Hugo Pratt: Las Etiópicas y Los Escorpiones del Desierto. El deseo de ser inútil reproduce de manera impecable muchas viñetas y bocetos del autor. Pero ni mucho menos se trata de una análisis o estudio sobre su obra propiamente dicha, sino más bien un repaso pausado sobre su vida. Se lee con avidez, sobre todo a medida que se van atando cabos, y al final el lector queda admirado por la vasta cultura y amplia experiencia vital de un tipo al que desde luego jamás se le podrá reprochar haber perdido el tiempo. La vinculación temprana con el Cuerno de África y en particular con Etiopía, que mantuvo siempre, es un acicate para que toda persona que se interese por esta parte del mundo lea el libro. Además, este vínculo tuvo sus consecuencias prácticas: algunas de sus creaciones se ambientaron allí, y la naturaleza y la cultura de la región obtuvieron por ello una mayor difusión en el resto del mundo.

Le désir d'être inutile (couv.)La edición por Confluencias es la primera en lengua castellana y es traducción del título original Le désir d’être inutile, publicada originalmente por Robert Laffont. Arriba hemos elogiado el trabajo editorial en su parte gráfica; el acabado de la traducción, siendo bueno, tiene algunas erratas: la ciudad valona de Tournai no se escribe «Tournay»; tampoco existe «Djibuti», que es Yibuti en español o Djibouti en francés. En cualquier caso, que estas pequeñas observaciones no impidan disfrutar de una lectura imprescindible.


Las minas del rey Salomón, de Henry Rider Haggard

2013/01/23

Las minas del rey Salomón en TechnicolorEste es el cartel de la auténtica peli de nuestras infancias: más tarde habría nuevas versiones. Pero ahora añadimos unas cuantas citas del original literario en que se inspiró, edición de Bruguera (Club Joven), año 1981:

Pasado un instante, el coloso dejó caer su manto, se puso en pie y mostró su real persona, verdaderamente temible. De tamaño descomunal, su rostro era el más repugnante de cuantos he visto. De groseros labios negroides, tenía chata la nariz, un único ojo negro y brillante (del otro quedaba sólo la vacía cuenca) y una expresión toda ella crueldad y lascivia. (p. 155-156)

———

Viendo que la oferta no parecía desagradar a Good, muy sensible, como todos los marineros, a los encantos de la mujer, yo, con la mayor prudencia que me dan los años, y previendo un sinfín de complicaciones que aquello nos acarrearía (pues las mujeres suscitan problemas tan de cierto como la noche sigue al día), me apresuré a replicar:

-¡Gracias, oh Tuala! mas ocurre que los hombres blancos nos casamos únicamente con mujeres de nuestra propia raza. Vuestras doncellas son muy hermosas, pero no podemos pensar en ellas (p. 194)

——–

Bien es verdad que la infeliz chiquilla no era, en forma alguna, una nativa vulgar, sino una criatura de gran belleza e innegable finura de espíritu. Pero ni una ni otra, con ser tan grandes, hubieran arreglado las cosas entre ella y Good, de surgir una relación más íntima: pues, para usar sus propias palabras, «Así como el sol no puede aunarse con la oscuridad, tampoco pueden ir juntos lo blanco y lo negro». (p. 325-326)

——–

Jamás he visto nada más incongruente que el espectáculo que el anciano guerrero ofrecía con su monóculo. Y es que los monóculos no combinan nada bien con los mantos de piel de leopardo y los tocados de plumas de avestruz… (p. 336)

Lo que se zampaba el personal, eh? No es que se pretenda sacar a Haggard de su contexto victoriano (..y luego dicen del pobre Kipling!). Es más, la peli mencionada me retrotrae a un placentero mundo de cines de verano, playa, holgazaneo, golosinas y tardes de Tibidabo. Como en el caso de Horizontes perdidos, la adaptación cinematográfica rebaja la intensa masculinidad del relato original con un divertido romance, añadido con la sana intención de aumentar taquilla. Pero hemos de reconocer que en gran medida nuestra visión de la realidad se iba construyendo dentro de los márgenes del sexismo, el racismo, la discriminación, el sometimiento del raciocinio a la vulgar opinión. Exotismo vendía, imperialismo y eurocentrismo obligaban, caridad y compasión cristianas apenas mitigaban -si no reforzaban a través de una interpretación torticera- los esquemas vigentes. Era lo que muchos individuos de generaciones anteriores, incluso sin considerarse extremistas, habían juzgado razonable y correcto transmitir como asumible, dentro de sus entendederas. Henry Rider Haggard era y es un clásico, apreciémosle ahora con sensatez y sentido crítico, para saber quiénes somos y qué suelo pisamos. Además, la novela es muy interesante por todo lo que en ella remite a determinados clichés sobre África oriental y sobre Etiopía en particular. Y la inclusión del nombre de Salomón en el título ya lo anuncia. La acción se desarrolla en parajes indefinidos de África austral aún no explorados por los europeos. Pero en el camino encontramos desiertos y altas montañas que han propiciado justamente el aislamiento del país, nos topamos con la huella monumental de una remota fecundación cultural operada por gentes originarias del Mediterráneo (¿fenicios, judíos?), y con la existencia de unos africanos honorables -albaceas de aquella lejana colonización-, que presentan rasgos raciales matizados, diferentes de los otros negros corrientes.  Y otro rasgo común con Horizontes perdidos aún posible en un mundo sin Google Earth: como haría años más tarde James Hilton con Asia central, Haggard aprovecha las zonas de penumbra geográfica, los territorios no cartografiados para ubicar lo inverosímil, lo maravilloso, lo desconcertante… En fin, que Las minas… es una pequeña mina, insisto en que se le preste la merecida atención.


Me deseó felices sueños [Fai bei sogni], de Massimo Gramellini

2012/12/11

Me deseó felices sueños (cub.)

No ser amado es un sufrimiento terrible, pero no el más terrible. El más terrible es dejar de serlo. En los encaprichamientos de  sentido único, el objeto de nuestro amor se limita a negarnos el suyo. Nos quita algo que sólo nos había dado en nuestra imaginación. Pero cuando un sentimiento correspondido deja de serlo, se interrumpe bruscamente el flujo de una energía compartida. Quien ha sido abandonado se considera probado y escupido como un caramelo malo. Culpable de algo indefinido. (p. 28)

Publicado en España por Ediciones Destino, 2012.

Hace unos días La Contra -esa sección de La Vanguardia con tan acusada personalidad- publicó una entrevista con este autor italiano también periodista. Así que gracias a ella hemos dado con este relato tan interesante del que, aunque está teniendo una cierta promoción, dudamos que se llegue a convertir en bestseller destacado.

Porque el melodrama suele tener mala prensa. Y a veces es un pena, pues este género puede servir de instrumento precioso para la exploración de las emociones y las relaciones humanas. En este caso se trata de un psicodramón autobiográfico monumental, aunque sea un libro de no muchas páginas. Alérgicos abstenerse.

El relato se presenta de modo secuencial desde el punto de vista temporal, con un pequeño salto adelante-atrás cortado a la medida de la trama. Los comienzos -correspondientes a la época infantil del protagonista- son muy intensos. Luego esa magia de la niñez se va perdiendo, la escritura y la tensión flojean aunque no el volcado de conceptos, observaciones, reflexiones… Requiere una lectura reposada a pesar de la aparente ligereza de la prosa.Fai bei sogni (cop.)

Muchos lectores hispánicos actuales se van a encontrar con un ambiente social totalmente reconocible: segunda postguerra mundial, aristocracia obrera o clase media baja urbanas, telón de fondo de catolicismo romano, ternurismo/severidad, algunas vidas privadas y públicas gripadas a perpetuidad por prejuicios blindados y sociopsicopatologías atávicas.

En fin, es una lectura ideal para trabajar tres asuntos cruciales: el abandono, los tabués familiares y la identidad. Como elementos articulados entre sí. Nos resistimos a juzgar este desnudo ¿integral? de Massimo. Simplemente nos inspira respeto y comprobamos que la experiencia nos ha resultado muy interesante. Así que aquí queda recomendada. Una buena tragedia para Navidades dará algo de necesaria catarsis ¿no?


El emperador descalzo: una tragedia etíope (de Philip Marsden)

2012/07/25

Los pensamientos de Tewodros volvían a centrarse en la tecnología. Lo que no podía conseguir mediante diplomacia, lo obtendría mediante coerción. Él anhelaba, como siempre, una industria cañonera. Sólo cañones, grandes cañones, y la técnica para manejarlos le darían la oportunidad de restarurar su poder (p. 158)  

¿Por qué en Etiopía hay tantos «Teddys»?  La lectura de El emperador descalzo nos ayudará a entenderlo, pues describe con parsimonia los hechos que llevaron al Tewodros histórico a convertirse en un mito nacional. No es un libro sencillo. Marsden ha hecho un trabajo remarcable a partir de material de archivo y testimonios originales de la época.  Aunque introduce elementos «novelizadores» -como diálogos y frases de los propios protagonistas- la marcha del relato se hace algo lenta. Bien mirado, este ritmo se corresponde muy bien con el ambiente obsesivo, claustrofóbico y agobiante que por desgracia debió imperar en realidad entre los personajes de aquella terrible historia. Estos resultan ser bastante numerosos y sus caracterizaciones individuales van goteando a medida que se avanza en la acción, de modo que aún a mediados del libro -salvo para los principales que destacan mucho- el lector puede tener la sensación de no poder ubicar del todo la enorme ensalada de misioneros, aventureros, dignatarios, etc. De modo que junto al utilísimo glosario colocado al principio, no hubiera estado nada mal contar también con un dramatis personae al que poder recurrir en caso necesario. También se echa en falta más apoyo cartográfico: mapas más detallados y esquemas de los itinerarios descritos facilitarían el aprovechamiento del texto.

Bueno, El emperador descalzo es un libro estupendo para adentrarse en el crucial siglo XIX etíope. Uno de los aspectos a los que lleva a reflexión, es hasta qué punto las relaciones entre farenji y etíopes siguen reproduciendo y estando condicionadas hoy día por los clichés acuñados en aquellos años de incipiente imperialismo. Y por ambas partes: desde la etíope, por la tensión entre la aspiración a ser considerados como una potencia en pie de igualdad con los países occidentales y el lastre de sentimientos de inferioridad y autocompasión colectivas; y del lado farenji, por otra tensión entre el ¿oportunista? aprecio por la dignidad y la cristiandad abisinias, y la desazón ante los rasgos recurrentes de atraso y barbarie. En cualquier caso los hechos relatados cambiaron para siempre la historia de África oriental. Decenio arriba o abajo, vinieron a coincidir con la apertura del canal de Suez y la fase final de decadencia del Imperio otomano. De modo que a quien interese Etiopía en serio, debe meterle el diente a El emperador descalzo.

Para terminar, es obligado señalar que es una pena que una publicación tan impecable desde el punto de vista material -como suele ser la tónica en Ediciones del Viento– quede tan afeada por una traducción chapucera y plagada de errores de bulto. «S. M. El Cónsul» por lo que debería ser «El Cónsul de Su Majestad», «Metropolitan» por «El Metropolitano» o unos inverosímiles «jeques» donde debían figurar «sijs», entre otras lindezas; lo cual evidentemente no ayuda al lector a iniciarse en un contexto lingüístico-cultural complejo y a menudo desconocido.

¡Ah!, un último detalle: la persona que aparece en la cubierta de la edición española no es el emperador al que alude el título, pero ambos merecen nuestra curiosidad sin duda.


Los Superjuguetes de Brian W. Aldiss y la Inteligencia Artifical de Kubrick y Spielberg

2012/05/22

Habían llegado a la planta de producción, donde el producto estaba preparado para ser empaquetado y exportado. David avanzó, con los ojos abiertos de par en par.

 Ante él había mil David. Todos iguales. Todos vestidos igual. Todos en posición de firmes. Todos silenciosos, con la vista clavada en el frente. Mil réplicas de él. Muertas.

Por primera vez, David comprendió.

(ed. 2001, p. 51)

 

 

En los relatos de Brian Aldiss merodean erotismo antropológico y cierta ironía con tintes filosóficos. Son historias que le suelen dejar al lector un regusto melancólico. Su minúscula trilogía de Los superjuguetes viene a estar compuesta por tres elementos o actos:

– Los superjuguetes duran todo el verano.

– Los superjuguetes cuando llega el invierno.

– Los superjuguetes en otras estaciones.

Están publicados en un volumen bajo el título del primero de ellos, tanto en castellano como en inglés: Supertoys last all summer long. Sin embargo esta miniserie se compuso a lo largo de varios años y al hilo de la relación creativa entre el propio Aldiss y Stanley Kubrick. No es un texto extraordinario desde el punto de vista literario pero encierra una preciosa clave argumental que resultó crucial para el desarrollo del guión llevado al cine por Steven Spielberg después del fallecimiento de Kubrick.

La peli en sí concita opiniones muy variadas. El viejo proyecto que Kubrick no pudo acometer devino una producción ardua, compleja y costosa. Se reconocen elementos de Blade Runner, de El planeta de los simios, de Cantando bajo la lluvia, y si me apuran de La fuga de Logan o remotísimamente del gran Buñuel. Hay juicios para todos los gustos. Para algunas personas se trata de un pastiche de montaje mediocre, inestable y desigual, empeorado con dosis de sentimentalismo. Para otros en cambio la peli ofrece una estructura robusta y genial, que culmina precisamente las ideas de Kubrick sobre realización cinematográfica. A efectos prácticos lo que sí se puede afirmar es que su visionado no resulta recomendable para niños pequeños, a pesar de que en España la calificación de partida -a nuestro juicio un tanto temeraria- fue la de apta para mayores de 7 años: es una historia demasiado violenta, enrevesada, inquietante y amarga.

Inteligencia artificial toca varios palillos que dan para mucho. En primer lugar la adopción como fórmula sustitutiva ante la ausencia de hijos biológicos. Y por otra parte el sempiterno tema de la identidad personal: ¿somos lo que somos por nuestro punto de partida u origen, o por la influencia del entorno y la experiencia?, y si lo somos por combinacion de los factores precedentes ¿en qué proporción? El robot que siente no es sino una metáfora del ser humano considerado como -al fin y al cabo- mecanismo biológico, material. La pregunta de ¿hasta qué punto el robot puede sentir emociones? nos rebota directamente: ¿cuáles son los límites materiales, el perfil real y tangible de nuestra psique humana? Por el momento no parece que tengamos respuesta adecuada y total a este interrogante, y según la película tampoco la habrá todavía dentro de algunos milenios. De modo que no nos queda otra salida ¿provisional? que la voluntad existencial. Para todos, robots  mecánicos y/o biológicos.