Las minas del rey Salomón, de Henry Rider Haggard

2013/01/23

Las minas del rey Salomón en TechnicolorEste es el cartel de la auténtica peli de nuestras infancias: más tarde habría nuevas versiones. Pero ahora añadimos unas cuantas citas del original literario en que se inspiró, edición de Bruguera (Club Joven), año 1981:

Pasado un instante, el coloso dejó caer su manto, se puso en pie y mostró su real persona, verdaderamente temible. De tamaño descomunal, su rostro era el más repugnante de cuantos he visto. De groseros labios negroides, tenía chata la nariz, un único ojo negro y brillante (del otro quedaba sólo la vacía cuenca) y una expresión toda ella crueldad y lascivia. (p. 155-156)

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Viendo que la oferta no parecía desagradar a Good, muy sensible, como todos los marineros, a los encantos de la mujer, yo, con la mayor prudencia que me dan los años, y previendo un sinfín de complicaciones que aquello nos acarrearía (pues las mujeres suscitan problemas tan de cierto como la noche sigue al día), me apresuré a replicar:

-¡Gracias, oh Tuala! mas ocurre que los hombres blancos nos casamos únicamente con mujeres de nuestra propia raza. Vuestras doncellas son muy hermosas, pero no podemos pensar en ellas (p. 194)

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Bien es verdad que la infeliz chiquilla no era, en forma alguna, una nativa vulgar, sino una criatura de gran belleza e innegable finura de espíritu. Pero ni una ni otra, con ser tan grandes, hubieran arreglado las cosas entre ella y Good, de surgir una relación más íntima: pues, para usar sus propias palabras, «Así como el sol no puede aunarse con la oscuridad, tampoco pueden ir juntos lo blanco y lo negro». (p. 325-326)

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Jamás he visto nada más incongruente que el espectáculo que el anciano guerrero ofrecía con su monóculo. Y es que los monóculos no combinan nada bien con los mantos de piel de leopardo y los tocados de plumas de avestruz… (p. 336)

Lo que se zampaba el personal, eh? No es que se pretenda sacar a Haggard de su contexto victoriano (..y luego dicen del pobre Kipling!). Es más, la peli mencionada me retrotrae a un placentero mundo de cines de verano, playa, holgazaneo, golosinas y tardes de Tibidabo. Como en el caso de Horizontes perdidos, la adaptación cinematográfica rebaja la intensa masculinidad del relato original con un divertido romance, añadido con la sana intención de aumentar taquilla. Pero hemos de reconocer que en gran medida nuestra visión de la realidad se iba construyendo dentro de los márgenes del sexismo, el racismo, la discriminación, el sometimiento del raciocinio a la vulgar opinión. Exotismo vendía, imperialismo y eurocentrismo obligaban, caridad y compasión cristianas apenas mitigaban -si no reforzaban a través de una interpretación torticera- los esquemas vigentes. Era lo que muchos individuos de generaciones anteriores, incluso sin considerarse extremistas, habían juzgado razonable y correcto transmitir como asumible, dentro de sus entendederas. Henry Rider Haggard era y es un clásico, apreciémosle ahora con sensatez y sentido crítico, para saber quiénes somos y qué suelo pisamos. Además, la novela es muy interesante por todo lo que en ella remite a determinados clichés sobre África oriental y sobre Etiopía en particular. Y la inclusión del nombre de Salomón en el título ya lo anuncia. La acción se desarrolla en parajes indefinidos de África austral aún no explorados por los europeos. Pero en el camino encontramos desiertos y altas montañas que han propiciado justamente el aislamiento del país, nos topamos con la huella monumental de una remota fecundación cultural operada por gentes originarias del Mediterráneo (¿fenicios, judíos?), y con la existencia de unos africanos honorables -albaceas de aquella lejana colonización-, que presentan rasgos raciales matizados, diferentes de los otros negros corrientes.  Y otro rasgo común con Horizontes perdidos aún posible en un mundo sin Google Earth: como haría años más tarde James Hilton con Asia central, Haggard aprovecha las zonas de penumbra geográfica, los territorios no cartografiados para ubicar lo inverosímil, lo maravilloso, lo desconcertante… En fin, que Las minas… es una pequeña mina, insisto en que se le preste la merecida atención.


The Help [Criadas y señoras]

2012/06/20

Melodrama al canto, con una capa de comedia. Machacadores y machacados redimidos finalmente por el capital, eso recuerda a La lista de Schindler (qué grandísima película, por cierto). En este caso que ahora nos ocupa, un capital bien cosmopolita: neoyorquino.

El guión es bueno y la ambientación histórica probablemente impecable.  The Help ofrece un material interesante para trabajar los temas del vínculo y el apego. La intricada maraña de familiaridad y discriminación raciales da juego para la presentación de un pequeño catálogo de situaciones personales con sus conflictos, contradicciones y perspectivas. Temática de raza, de género y -de manera mucho más suavizada, pese a las apariencias- de clase: las negras también podrían prosperar si el sistema se puliera librándose de ciertos atavismos incorrectos. El tono, ya digo, más bien redentor que revolucionario. Pero ojo a la micrometapolítica. A su nivel doméstico parece que los personajes huelen los tremendos cambios sociales en ciernes (años 60) e instintivamente se ponen en marcha.

    La novela de Kathryn Stockett por fuerza ha de contener mucha chicha, aunque solo sea por su longitud: más de 500 páginas. A ver cuándo le podemos meter mano. Sorprende su éxito como obra primeriza, y también -si el nivel de minuciosidad histórica se correspondiera con el de la película- que la autora sitúe la acción justo unos años antes de su propio nacimiento. Los primeros 60 brindan una coyuntura especialmente tentadora, aparte de que la historia pueda contener elementos autobiográficos, o bien -de lo cual no parece haber duda- que ella haya aprovechado su experiencia vital directa de los rescoldos y flecos de un racismo en modo alguno extinguido.


Losing Isaiah [Instinto maternal] – Una película sobre una adopción nacional interracial que se complica

2012/02/14

Seguimos en racha con las pelis noventeras. Los distribuidores de Losing Isaiah por estos pagos, al cambiarle el título, le hicieron un favor desde el punto de vista temático. Es presumible que sintieran pánico comercial ante la suelta de un nombre de varón que poca gente hispánica atinaría a pronunciar bien (recordad el persistente «Apocalipsis» Now). En fin, entre el nuevo título español y las imágenes de cartelería el espectador puede fácilmente sospechar al menos el esqueleto del argumento y motivarse para conocer a Isaiah en función del asunto. Como curiosidad relacionada vale la pena añadir que la novela del mismo nombre y que inspiró el guión de la película, es obra del escritor norteamericano Seth Margolis, y fue traducida a su vez con un tercer título: La otra madre.

Losing Isaiah es una historia muy americana, y muy instructiva! Desde el principio nos sumerge en un escenario de hogares y barrios estancos desde el punto de vista racial, territorios de una sociedad donde una mezcla de religiosidad y racialismo lo pringa todo en esta vida, y donde un aspecto físico de las personas -el color de la piel- se erige en factor inapelable de definición identitaria. Un comunitarismo arraigado en un pasado de siglos de esclavitud y segregación marca estrechos límites al pluralismo democrático aún en un espacio totalmente urbano y postindustrial. Cada comunidad racial y/o étnica es teóricamente libre para desarrollarse y prosperar en vecindad de las demás, pero el individuo está marcado desde el nacimiento en su seno. Tanto que puede que no quepa concebir la fusión o integración en una civilidad universal, republicana, no necesariamente definida ni condicionada por lo ancestral.

«Los niños negros deben estar con madres negras.»

…proclama uno de los personajes en un momento crítico de la película. Y no es blanco. Por tanto a través de un pleito concreto lo que se plantea es la reivindicación de un racismo inverso, la aspiración a un status equiparable al de la comunidad WASP dominante pero en ningún caso a que las comunidades existentes se integren en una más amplia. Fronteras invisibles, rigidez y agobio que -como la historia se encargará de recordarnos- casan mal con las necesidades reales y tangibles del desarrollo de las personas.

Losing Isaiah sugiere también algunos otros aspectos: la adopción y la maternidad instrumentalizadas para paliar problemas sentimentales, y sin duda el rol del proceso adoptivo como factor de decantación de las personas en el seno de un colectivo familiar. Es una película de argumento muy interesante pero de ritmo flojo y con pinta de telefilm: no en vano su director Stephen Gyllenhaal ha desarrrollado gran parte de su carrera en series de televisión. Esa falta de garra es compensada por la buenísima actuación de Halle Berry.


Racismo, qué es y cómo se afronta: una guía para hablar sobre racismo

2012/01/16

«¡¡Oiga, que mi hijo no es un inmigrante!!», «Mamá, como saben que soy de Rumanía me han dicho que me vaya con los gitanos». «Leches, que mi niña no es una menina da rua…» Depende: no al menos aquí y ahora, en este no-lugar espaciotemporal y ubicuo del mall mundial ¿educativo?, residencial, turístico, existencial… No es para bromear, desde luego. La realidad se encarga de ponernos a todos, niños y grandes, mamás y papás en nuestro sitio. Donde somos en el fondo seres humanos en pelotas, inseguros, opulentos o indigentes a un lado u otro del cristal del escaparate, del tejido de una prenda de marca : apenas unos milímetros. Un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen precariamente protegida contra los zarpazos de mecanismos sociales perversos y arrolladores que no se van a detener y que trabajan también en nuestro propio interior: todos somos parte interesada, cuidado… Lo que somos, lo que desearíamos ser, lo que fuimos, lo que podríamos haber sido, lo que podemos o no hacer por nuestro destino y el de los demás.

Para vitaminarnos un poquito será bueno echar un vistazo a esta guía accesible en abierto y elaborada por el Grupo Inter, un equipo formado por profesionales de varias universidades a mediados de la década pasada cuya tarea no ha perdido nada de actualidad. En principio la guía está pensada para docentes en ámbito escolar con población inmigrante, pero también se puede usar desde un punto de vista familiar. Para simplificar, donde pone profes póngase padres y resto de familiares y amigos; y donde alumnos: hijos, sobrinos, etc. Y donde inmigrante: adoptado. Ya sé, me dirán que los niños pequeños no distinguen de razas, incluso alguno -el virtual del comentario que abre esta entrada- dirá que sus niños se juntan con los autóctonos y que «se han adaptado muy bien». Ya vendrá la adolescencia, ya… En fin, la guía podría estar un poquito mejor maquetada, haberse depurado erratas, etc., pero vale la pena. Incluye además un montón de referencias y bibliografía muy útiles: a destacar las citas a Albert Memmi -cuyo ensayo Le Racisme sigue incomprensiblemente sin ser traducido al español- y a Teun A. van Dijk, que ha investigado el tema desde la perspectiva académica del Análisis del discurso.

Y viene a cuento. El combate contra la discriminación y la iniciativa de la adopción están condenados a caminar juntos, cada vez más y mejor.